Vergara, 29 de abril de 1912
Señor Jefe Político
Sabido es que el exiguo presupuesto asignado a la policía
por el Superior Gobierno nos lleva a que debamos remediarnos echando mano a
cuanta alternativa de subsistencia nos provea el medio circundante.
Es asi que incursionamos en la cria
de aves de corral, el engorde de un chancho - noble animal cuyo sacrificio brinda una amplia gama de subproductos- el
ordeñe de una vaca, el cultivo de una
huerta, la recepción de donaciones de algunos consumito ovino por parte de misericordiosos
hacendados –muy a pesar de nuestra enérgica negativa- el ingreso de mercadería fronteriza cada vez
que por razones de servicio debemos arrimarnos al hermano país –previo aviso y
a veces tiroteo con las autoridades
aduaneras, cuando nos salen al cruce- el aprovechamiento forzoso de productos con fecha de vencimiento de origen brasileño incautados en riesgosos procedimientos
(no incluye caña ni sardina enlatada) ; la utilización de aves, cerdos, lanares y vacunos –cuerpos de delitos- que son
confiados a nuestra comisaria y que
deben ser lamentablemente faenados antes
que se mueran de viejos en el patio del destacamento , dada la lentitud de nuestra justicia en resolver
estos asuntos.
Como complemento de todo eso recientemente la casa Robaina, nos ha
regalado una hermosa cocina a leña que optimiza nuestro servicio ya que nos
permite tener agua caliente para el mate las 24 horas, como así también el sancochado del menú para los detenidos –y el nuestro
propio.
Esta adquisición ha motivado mucho a la tropa ya que la
concurrencia al monte a cortar leña para el fogón genera una sana distención de este peligroso quehacer.
Precisamente eso ocurrió este pasado viernes a la
mañana , cuando concurrimos a la Picada
en el monte del Parao , procediendo en primera instancia al abatimiento de un
leñoso blanquillo , seccionándolo en pequeños trozos al son de serruchadas y cánticos coloquiales.
La misma suerte corrió un guayabo
y ante insistencia del cabo Antolín Fernández acometieron contra una aruera,
previo el saludo de rigor: “Buenas
noches señora aruera”- quitándose respetuosos el sombrero- para evitar consabidos males.
Acto seguido armé un
fueguito, procedí a calentar agua en una pava y cebar unos mates
a los abnegados servidores públicos, sentado en un tronquito.
Lejos estábamos –entre dicharachos,
cuchufletas y bufonadas- de percatarnos de la tragedia que se avecinaba y que
paso a detallarle 24 horas después.
Guardia Civil Loreto Acosta :
Irreconocible. Colorado de pies a
cabeza. No le dan la manos pa rascarse. Secreción de líquido amarillento por los poros.
Guardia Civil Marcos Cigales:
Hinchazón en los ojos –parece un sapo- labios llamativamente engrosados con
dificultades extremas para succionar bombilla. Salpullido en barriga y
pescuezo. Rasquiña permanente.
Cabo Antolín
Fernández: Supuración acuosa de ojos y
nariz. Estornuda sin parar. Eczema en tronco brazos y piernas. Se refriega iracundamente en paredes y árboles del ornato público.
Atribuye la sintomatología el
doctor Sala, a una alergia aguda producida en virtud del corte de la aruera y que afectó a las zonas del cuerpo de mayor
contacto con la misma.
Vaya novedad.- Si lo sabré.
Si bien me
mantuve alejado de la especie vegetal–precavido yo- cuando me senté a cebar
mate, lo hice seguramente en un
tronquito de la aruera que estaban cortando –malaya- y si bien no presento
salpullido en el resto del cuerpo, en la sentadera y en las partes púdicas,
tengo una hinchazón y una picazón que no se la deseo ni al peor enemigo.
Los antialérgicos recetados por el
médico son como agua.
Estoy en manos
de unos santiguados de doña Eduviges Carnales y de unos emplastos de grasa de
chancho aplicados en ese delicado colgajo masculino, recubiertos por un par de hojas de tártago
–tal cual las paperas- que me lleva a caminar despatarrado y con una lentitud
pasmosa por las calles de
Vergara, viéndome obligado a mandar al calabozo a dos
o tres vivillos que me han gritado cosas.
Sin más lo saludo atentamente,
advirtiéndole que tendré –no se hasta cuando- mal atendida la jurisdicción a mi
cargo en virtud de que ni pensar montar a caballo en este estado, para
perseguir el quebrantamiento a la ley
que campea en ella por parte de
sus enemigos.
El Comisario de Vergara
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